Era uno de los grandes invitados al mayor evento mundial sobre seguridad informática, la conferencia Black Hat Las Vegas, en su charla de mañana, titulada "hackeando humanos", pretendía mostrar las vulnerabilidades de la tecnología médica. Lamentablemente su última ponencia quedará desierta porque el pasado jueves falleció en un hospital de California a los 35 años.
A pesar de que logró la fama tras hackear un cajero automático para que lanzara billetes frente a un entusiasmado público, en los últimos años se había dedicado a estudiar la seguridad (o más bien la falta de ella) en dispositivos médicos como marcapasos, bombas de insulina o desfibriladores implantables.
Denunció junto a otros colegas, fallos de seguridad que permitían manipular bombas de insulina a distancia. También fue pionero en comprometer la seguridad de los marcapasos cardíacos y en esta, su última charla, iba a dejar en evidencia a las grandes compañías de tecnología biomédica, demostrando que la seguridad de este tipo de dispositivos es casi inexistente.
En España, sólo durante el año 2011 se implantaron cerca de 35.000 marcapasos y 8.000 desfibriladores, todos ellos susceptibles de ser atacados. La capacidad de Barnaby de atacar estos dispositivos demuestra que la industria de tecnología biomédica debe reaccionar rápidamente para garantizar la seguridad de los pacientes, además, debería poner a las autoridades sanitarias sobre aviso para que presionen a los fabricantes en este sentido. Por el momento, ya había logrado que Medtronic revisara sus bombas de insulina tras demostrar la facilidad con que podían ser manipuladas a más de 100 metros de distancia.
Por el momento el escenario sobre el que debía presentar sus descubrimientos quedará vacío como homenaje, pero ojalá que su muerte lleve a muchos otros a interesarse por la seguridad de dispositivos biomédicos y a alzar la voz contra la aparente desidia que durante años se ha mostrado en este ámbito.
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