Los microbios están por todos lados. Incluidos los hospitales y centros de salud, desgraciadamente. Están en las habitaciones, pasillos y quirófanos, ocultos entre los muebles, instrumentos, y en nuestros propios cuerpos, siendo transportados en muchas ocasiones por los propios médicos y pacientes, volviéndose más fuertes gracias a la selección natural que transcurre por el uso, muchas veces inadecuado, de antibióticos y antifúngicos. Acechándonos, los muy malditos.
La guerra de la infecciones nosocomiales es una guerra eterna, y los microbios multirresistentes que van adaptándose a ella no descansan. Es una guerra en la que, muy lentamente, estamos perdiendo la ventaja y nuestra capacidad ofensiva. El desarrollo de nuevos antibióticos es demasiado lento comparado con la frenética capacidad evolutiva de muchas bacterias. Cuando se inició la era antibiótica, la aparación de resistencias era contrarrestrada con la aparición de nuevos antibióticos (1940-1980). Sin embargo, a partir de los años 80 el desarrollo de nuevos antibióticos es cada vez menor, pero la aparición de resistencias sigue al alza, con una preocupante acumulación de resistencias que han ido surgiendo desde los años 40.
Es por ello que se debe presionar en el desarrollo de nuevos fármacos, y no bajar la guardia (Las farmacéuticas, como siempre, van a lo que van). No obstante, la investigación podría ir por otros caminos, tanto de tratamientos como prevención. Aquí os presento unos pocos de ellos, cuanto menos, curiosos:
Trasplante fecal
Sí, trasplante fecal, lo has leído bien. La técnica no es nueva en absoluto (a pesar de haber sido nombrada hace poco en las noticias), se conoce desde mediados de los 50, pero se usaba muy esporádicamente para muy pocos casos asociados a resistencia al tratamiento (raros en esa época). Tras diluir las heces de un sujeto sano en suero fisiológico, se introduce en el paciente de diferentes formas (sonda nasogástrica, enema, colonoscopia, gastroscopia...). El mecanismo de acción exacto se desconoce, pero se supone que con la flora bacteriana proveniente del donate, se reconoliza la microbiota y se antagoniza de forma efectiva al C.difficile. A diferencia de los antibióticos, la presencia continuada de microbiota ayuda a mantener esta actividad antagonista y previene colonizaciones futuras del C.difficile. El interés por esta forma de tratamiento crece poco a poco, con resultados prometedores, donde algunos sugieren que sustituya al tratamiento antibiótico. Dudo que lleguemos a tanto, pero desde luego es un buen complemento que ayudará a bajar la presión selectiva de nuevas cepas resistentes.
Escudos de cobre
El cobre y sus aleaciones (latón, bronce, cuproníquel, etc.) tienen propiedades antimicrobianas. ¿No lo sabías? La verdad es que yo desconocía hasta hace poco que fuesen tan formidables y que tuviesen semejante potencial a la hora de prevenir infecciones. Ya nuestros antepasados se olían algo desde la Antigüedad Clásica, milenios antes de que se descubriese la existencia de microbios (debía ser muy sospechoso cómo el agua guardada en vasijas de cobre siempre estaba más potable y limpia que el resto).
Es a partir de 1973 en Battelle Columbus Laboratories, Columbus, Ohio, donde se inicia el estudio científico de estas propiedades, las cuales aún se mantienen bajo investigación, ya que no se conocen del todo bien. Entre otras, se incluyen la alteración de la estructura terciaria de proteínas de bacterias y virus, disrupción de estructuras enzimáticas uniéndose grupos de sulfuro o carboxilato a grupos amino de proteínas(1), su interacción con otros elementos como el hierro y zinc... en general, interacciona con lípidos, proteínas y enzimas específicos de muchas bacterias y virus, y así los inactivan y/o destruyen(2).
En algunos tipos susceptibles podemos encontrar E.coli, SARM, Pseudomonas, C. difficile, Adenovirus, y hongos, como Candida albicans y algunas especies de Aspergillus. Podeis imaginaros el potencial (lo cierto es que ya hay hospitales donde se utiliza)... El uso del cobre en los hospitales, en interiores, muebles e instrumentos podrían generalizarse para contribuir a la prevención del no siempre riguroso pero efectivo lavado de manos (pdf).
Visualizando posibilidades del uso del cobre en hospitales.
Rayos UV desinfectantes
En principio, es una buena idea: dar continuos baños de radiación en zonas estratégicas muy concurridas que permitan reducir las probabilidades de dejar o recoger algún virus o bacteria, y transportarlo permitiendo su extensión por todo el hospital, oficinas, etc... La idea es atractiva, siempre y cuando no nos alcance de alguna forma esa radiación, claro. Por ejemplo, los teclados de ordenadores son tocados continuamente por diferentes personas y tienden a actuar como vectores de propagación. ¿Solución? Dar un buen baño de rayos UV al teclado antes de volver a usarlo.
Son necesarios entre 1 y 2 minutos, para que la radiación ultravioleta interaccione con las cadenas de DNA provocando daños que mantengan a nuestros minúsculos enemigos a raya. Hay muchos modelos ya en el mercado, desde sistemas muy sofisticados a algunos un poco más simples, y sus resultados son aún discutibles y no del todo halagüeños (a pesar de lo que los fabricantes nos intenten hacer creer). Probablemente sea porque el alcance de acción de estos aparatos no sea tan bueno, sobre todo en un sitio tan fácilmente defendible como es un teclado por una colonia oculta y guerrillera (los teclados pueden contener una enorme cantidad de porquería, en serio). En cualquier caso, se necesitan más estudios al respecto (¿Sería más caro crear teclados de cobre, directamente?).
Esperemos que un futuro se desarrollen mejores herramientas, más eficientes, que orbiten alrededor de esta idea en particular, y en general que nos ayuden a utilizar nuevas armas para continuar la lucha contra las infecciones nosocomiales.